jueves, 1 de diciembre de 2016

Voluntaria: Carol en Malabo (Guinea Ecuatorial). Feb-Mar 2016

Parte 3

"...Los fines de semana han dejado espacio para alguna que otra excursión, salir de lo (des)conocido para ver aún más allá. Encontrarme con la vegetación exuberante de la isla (a la que en Malabo las casas van ganando terreno), conocer la plantaciones de cacao (y las palmeras de la peli), disfrutar de unas horas en la playa, conocer un pueblo en la montaña (y a sus habitantes, que bien podrían apellidarse Hermoza, Tanta, o Puchi –como “mis” acianos de Ayacucho, Perú- en lugar de Ndong, Bibang y Mangue)…

Pasear por Malabo y encontrarme con un centro comercial nuevecito, un ministerio monumental, un palacete,… junto a una acera a medias, una calle sucia, una farola rota y una casa destartalada. Circular por autopistas nuevecitas, ver barrios ordenados que alguien ha plantado ahí en medio y “rellenado” con gente como quien construye una casa en el juego de los Sims, un hotel de lujo, más ministerios y palacetes… y, si te fijas, entre árbol y árbol al borde de la carretera: una cuerda de tender, un techo de Uralita, una mujer cargando agua.

Y así pasaban los días, con el gustar la rutina, el acercarse poco a poco a la vida que hay detrás de cada imagen… entrever las historias, estar, mirar, y, en algún momento, tocar. Todo lo que durante los primeros días había saturado mis sentidos de golpe iba encontrando su hueco. Entonces, empecé a firmar revisiones con fecha posterior a mi vuelta, y me di cuenta de que el tiempo se acababa.

El último día, como si supiera de la silenciosa despedida, aparece uno de nuestros pacientes “mimados” con su mamá para decir que ya está bien y dar las gracias. Se alejan con su sonrisa de oreja a oreja, viviendo con gratitud desbordante esta batalla ganada en la guerra de la vida por seguir abriéndose camino.

Yo me vuelvo. Me vuelvo a mi rutina, a mi futuro incierto, a mi elección de plaza, a mis amigos, a mi familia, a mis preocupaciones cotidianas,… y ellos se quedan.
Venía de un momento de mucho agradecimiento, de estar muy en mi sitio, de saberme privilegiada, de sentirme en Sus manos. Venía con una conciencia clara de envío, con muchas ganas de compartir… Y me encontré con la limitación de no saber, de no entender, de no llegar. Primero fue el silencio, luego llegaron las lágrimas, y, poco a poco, fueron saliendo las palabras.

Comencé el camino con un Jesús que cura, que toca nuestra miseria con su corazón, y cantando por dentro Realidad de Ain Karem* (Tira tú mis muros, rompe mis cadenas…). En los últimos días, acompañada por un Jesús que habla en clave de promesa; que habla de vida, de luz; que rechaza los esquemas de nuestro mundo y afirmando rotundidad “yo no soy de este mundo”; pensaba en las preguntas sin respuesta de cada día, y la respuesta era Sólo el Amor*, solo desde ahí puedo entender que esto puede cambiar, puedo ver una esperanza, un eslabón roto en la cadena del odio, del olvido, del sobrevivir a cualquier precio, de la indiferencia…

Aún me queda mucho por entender, por encajar,… Atrás dejo muchas caras, muchos nombres, muchos anónimos… cada uno con su camino y su historia. Al frente empieza una nueva aventura, con más nombres en el corazón, con más vida e historia. Nuevos caminos por dibujar en los que quizás lograr entender y compartir más ese Amor que convierte en milagro el barro.

Gracias a todos los que formáis parte de este camino. Es una suerte compartir Vida con vosotros.
Con todo mi cariño.

Carol"

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