jueves, 26 de enero de 2017

Voluntarios: Manolo y Ángela en Ebibeyin (guinea Ecuatorial)

Ángela en Ebibeyin- Octubre-Noviembre 2016


Un mes atrás fue cuando empezamos la vuelta a casa, y desde luego no era consciente de todo lo vivido. De todo lo que dejaba atrás.

“¡Volveré con gallina incluida!” decía mientras me despedía con la mano desde el coche, sin saber bien cuándo será. Porque, por más que antes de irme le prometí a mi madre que una y no más, ya estoy buscando una excusa con la que volver, una propuesta deshonesta de las mías. África engancha, ten cuidado, me decían.
Los motivos por los que decidí embarcarme en esta aventura fueron varios y diversos. Desde poner fin a una etapa de mi vida, hasta devolver de alguna forma la suerte que tengo, pasando por vivir y conocer otra cultura bien distinta.
Aunque claros y definidos no estén los motivos, si sé por qué Jesús-María. Para empezar por las experiencias previas con ellas en otros voluntariados. Porque siempre están cerca del voluntario, ayudando y apoyando en los momentos no tan buenos. Porque te hacen sentir como en casa, ya estés a unos metros de ella o en otro continente. Y sobre todo, porque te dejan estar continuamente en contacto con la realidad de los más desfavorecidos, trabajando mano a mano por la educación, ya sea infantil o de adultos.
Es una pena que antes de ir sólo nos hablasen de las enfermedades y del peligro del continente. Nadie nos habló de la solidaridad africana y precisamente es eso lo que me llevo. La gran acogida del pueblo guineano. Cabe recordar que fue colonia española, y ni por esas me he encontrado un mal gesto o una mala cara. ¡Todo lo contrario! Ahí dónde fuera, ya fuese el pueblo más recóndito o plena capital del país, había un paisano dispuesto a enseñarte su zona, acercarte a su cultura y compartir contigo lo que tuviera, por poco que fuera.
Me quedo con eso, con los momentos compartidos en la cocina de casa, en el coche con el cura de un poblado a otro, las tardes en casa ordenando o haciendo carteles, las misas en fang en mitad del bosque, los paseos por la ciudad, las diferentes visitas a otras ciudades o a la finca, las visitas esperadas o inesperadas de otras religiosas, la gran relación entre comunidades de distintas congregaciones, los sábados de juegos, los recreos, las sustituciones y clases de apoyo. Me quedo con la felicidad de todos y cada uno de los niños, y cómo no, de mis “cafres favoritos”.
Muchas gracias de nuevo a todas las personas, ya fueran en el día a día en Guinea o desde España, que han hecho que estos tres meses hayan sido una experiencia increíble, superando todas las expectativas previas. En especial a mi familia, y por supuesto, a la comunidad de Ebibeyín, porque han sido las sufridoras de mis preguntas, propuestas e ideas diarias.
¡AKIBA!

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